Arqueología - Museo Raimondi

Arqueología

“….llegué al pueblo de Chavín, para ver las importantes ruinas llamadas el Castillo; penetré en sus obscuros subterráneos; recorrí en todos sus sentidos, hasta donde me fue posible, ese intrincado laberinto; vi la piedra esculpida con simbólicos dibujos, que á manera de columna sostiene las grandes piedras que forman el techo, en el punto donde se cruzan las galerías, y levanté un pequeño plano de la parte en que había logrado penetrar”. Con estas palabras Raimondi narra en el Tomo I de su obra “El Perú”, la honda impresión que le causó uno de los sitios arqueológicos más distintivos de nuestro país: Chavín de Huántar.

A lo largo de diecinueve años de itinerarios por el Perú, el testimonio indeleble del antiguo poblador prehispánico acompañó permanentemente la descripción de los territorios recorridos por Raimondi. Para él, nunca como en el caso andino, naturaleza y obra del hombre se asociaron de manera tan armoniosa e íntima, integrándose equilibradamente, componiendo un mismo escenario natural.

Infinitos andenes, regios caminos imperiales, incontables poblados o llactas, impresionantes ciudades como Pachacamac o Huanuco Pampa, enigmáticas construcciones como Paramonga o Kuelap, torres sepulcrales en Huamalíes, Huarochirí y Puno, petroglifos de apartadas regiones de Arequipa, Tacna o la cuenca del Pachitea, entre otras evidencias del pasado prehispánico, inspiraron la amena pluma del sabio italiano. A diferencia de otros viajeros de su tiempo, Raimondi no limita sus estudios en este campo al registro detallado de los antiguos monumentos, tarea de por sí importante, sino que postula, con la agudeza que lo caracterizó, una antigüedad anterior a los incas para muchos de ellos. Así fue uno de los primeros en descartar, sobre la base de evidencia empíricamente contrastable, la idea difundida que todas las ruinas de los gentiles eran del tiempo del Tahuantinsuyu.

Una interesante parte de la inmensa colección de Raimondi estuvo conformada por materiales arqueológicos. Objetos de cerámica, metal y piedra, una selecta muestra de cráneos de distintas partes del Perú e incluso algunas momias, podían contarse entre sus integrantes más valiosos. Ante todo un hombre de principios, fue de los primeros en llamar la atención pública sobre el alarmante e indolente saqueo del patrimonio artístico prehispánico. “Pelotón de vándalos” fue el enérgico término que empleó para hacer referencia a los que se dedicaban a esta ilícita actividad. Pareciera que el eco de su denuncia resuena incluso hasta el día de hoy.

Gracias a la obra de Raimondi, el estudio de la historia natural tiene en el campo del Perú prehispánico la justificación plena de la amplitud enciclopédica que la Ilustración le heredara desde el S. XVIII. Además de los reinos de animales, plantas y minerales, incorpora en sus investigaciones al hombre y su obra, pasada y presente, cumpliendo así su pretensión de ciencia explicativa universal.

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